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Foto del escritorNeal Moriarty

La más injusta de las condenas, y otros cuentos - Alex Samaniego



Alex Samaniego (Loja – Ecuador. 1994). A sus 18 años tuvo la oportunidad de trabajar haciendo excavaciones arqueológicas, así conoció cosmovisiones de otros lugares y tiempos. Después de esto se dedicó al estudio de la filosofía y más tarde hizo estudios de postgrado en política y medio ambiente. Su estilo maneja una combinación entre ensayo y cuento, esto le permite utilizar conceptos académicos en escenarios de ficción. Sus cuentos encuentran una particular comodidad cuando se desarrollan en atmósferas lúgubres y tétricas, en donde sus personajes son exigidos al máximo para develar partes de sí mismos que de otra forma permanecerían ocultas.



La más injusta de las condenas



Extraña, perturbadora, triste y macabra es la historia de Sylvester Piedra que murió durante la gran batalla de Montecristi contra las fuerzas bárbaras del norte. No es una historia agradable de contar, pero sí necesaria. Extrañas son las circunstancias en que se encontraron los resultados de la batalla, pues no sobrevivió nadie, parece que el ejército republicano y el ejército bárbaro se mataron mutuamente, sin embargo, al pie de un precipicio se encontraron unos huesos carcomidos que se creen que pertenecen a Sylvester. Aquí están los verdaderos hechos del final de su triste vida.


La batalla tomó lugar en los bosques y selvas que funcionaban como límites naturales y políticos del país. En esos tiempos los hijos de los generales debían formar parte de los ejércitos y el general Piedra, tenía una gran reputación que sus hijos debían cuidar. El general Piedra ya estaba demasiado viejo como para pelear, pero en realidad ya no tenía que hacerlo pues había participado en innumerables enfrentamientos y a pesar de su avanzada edad era un gran estratega. Tenía tres hijos Gabriel, Ernesto y Sylvester, todos con características muy marcadas. Gabriel era increíblemente fuerte, Ernesto era increíblemente astuto y Sylvester era increíblemente torpe.


El general Piedra confiaba plenamente en que sus hijos iban a defender su hogar y también se iban a transformar en grandes héroes de guerra tal y como fue su padre, todos excepto por Sylvester, a quien sentía que debía proteger de sí mismo. La torpeza de Sylvester era famosa y se esparcía por todo el territorio. No se le había dado el baile, la esgrima, la música, la galantería, la retórica o cualquier otro don que pueda ser considerado de utilidad. Sylvester sin haberse preguntado nunca si estaba cómodo siendo así, solo adoptó como suya esta identidad y conocía mejor que nadie su propia torpeza.


Cuando la guerra comenzó Sylvester entendió que esto significaba su más que inevitable muerte y no una muerte digna y épica, sino que probablemente iba a morir al clavarse su propia espada, al no ver un precipicio y lanzarse al vacío o algún animal se lo iba a comer mientras estaba descargando su vejiga en algún lugar. La verdad es que su final,

no le podría importar menos. La guerra más que seguro la iban a ganar, pues teniendo a sus fantásticos hermanos comandando ejércitos, era imposible que perdieran. Lo único que lamentaba de su propia muerte era nunca ver a su padre de nuevo, no, no por cariño o aprecio, sino porque por más que lo intentó nunca pudo sacarle a su padre su horrible y repulsiva expresión de decepción.


En un principio pensó que su padre iba a terminar con la tradición militar e iba a pensar en alguna excusa para no darle un ejército, es por esto que él fue el más sorprendido cuando el general Piedra terminó de informar el plan para responder a la invasión bárbara, pues este iba a respetar esa vieja tradición y puso a sus tres hijos a cargo de tres batallones. Aun así, inmediatamente Sylvester pasó de sentirse nervioso y orgulloso, a sentirse igual de decepcionado de su padre que siempre había estado. Sí, puso un ejército a su cargo, pero se trataba del ejército peor entrenado y peor armado de todos. Los grandes soldados y las grandes armas fueron a parar a manos de sus hermanos. Pero aún había más traición escondida en el plan del general Piedra. Su padre no lo había condenado a morir dándole el peor de los ejércitos, como se podría pensar, la realidad era incluso peor.


Su padre lo condenó a no pelear en la guerra. En el norte del país, había un gran bosque y una gran selva que estaban divididos por una gran planicie, libre de árboles, trampas, escondites o dificultades; solo una simple planicie. Si se avanzaba por esa planicie se llega a un camino que conducía a los países del norte y a un gran precipicio, hacia el sur estaba el primer poblado que debía ser defendido. Ese lugar nunca había sido testigo de ninguna batalla, pues es una zona tan abierta que el enemigo simplemente la evita a toda costa, pues siempre se vería en desventaja. De hecho, en anteriores conflictos ni siquiera se había designado un ejército para que defienda esa zona. La misión encomendada a Sylvester y su ejército fue proteger esta zona, una hermosa y elegante mentira de misión. Magnífico general fue el general Piedra, pues no solo defiende su territorio, sino que también se dio tiempo de defender su imagen.


A Sylvester le había emocionado la idea de morir en la guerra, pero ahora esta idea se le escapaba de las manos. Su armadura era la más brillante de todas, pues nunca había

sido tocada por ninguna lanza o ninguna espada y no podía dejar de preguntarse. ¿Qué habría pasado con él si es que no hubiera sido condenado a ser torpe y lo hubieran lanzado a que sus ganas de vivir le enseñaran a ser valiente y abandonar la torpeza fuera su única salida? ¿Habría muerto? ¿Habría dejado su torpeza de lado? Cualquier opción parecía mejor que lo que se avecinaba. Tomó su espada que no había sido diseñada para ser utilizada, no tenía filo, incluso parecía hueca, era una espada de cristal. Levantó su escudo y este era verdadero, lo único real de la pantomima que se veía obligado a sobrellevar, era aquello que no requería habilidad en utilizar.


Antes de salir de la capital en dirección al campo de batalla se encontró con sus hermanos que al igual que él ya estaban vestidos para la ocasión. Sus miradas eran particularmente hirientes, era la mirada del desprecio sin voluntad de despreciar, era la resignación pura mezclada con una sonrisa que incluso ardía más, pues detrás de esa mirada había un cariño sincero. Sylvester a penas habló con ellos, se despidieron y cada uno tomo el camino que los iba a llevar en su búsqueda de gloria. Su hermano Gabriel se dirigió a la selva, su hermano Ernesto se dirigió al bosque. El camino de Sylvester solo le prometía vergüenza, pero ya lo conocía bien, lo podía recorrer con los ojos cerrados. Se unió a su capitán que era su número dos a cargo del peor de los ejércitos y emprendieron el camino hacia sus vacaciones forzadas.


Después de tres días de viaje llegó a la gran planicie que debía proteger del viento y de la lluvia. También fue la primera vez que vio a su ejército y la primera vez que su ejército lo veía a él. No tenían armaduras, tenían mazos en lugar de espadas, no estaban alineados en ninguna formación militar que Sylvester conociera, parecían tener fuerza y no mucho más. Por un momento el resplandor de la armadura de Sylvester los cegó, pero él sabía que cualquiera podía leer su expresión claramente, en poco tiempo todos ellos sabrían que él nunca había estado en una pelea y que si esto se tratara de una batalla real solo los podría comandar a una derrota.


A través de su capitán, que se veía más como autoridad que él, hizo que todos acampen cerca del bosque desde donde tenían una buena visión de toda la planicie. Esto lo hizo para no sufrir de demasiado aburrimiento, también hizo que sus hombres tomen turnos

vigilando que no llegue ningún enemigo. Pero no se molestó en idear un plan por si eso llegaba a pasar. Fue por eso que cuando el bárbaro José Carrillo Kaskar, junto a su ejército, salió como una flecha de la selva directamente hacia el claro que Sylvester debía defender, todos los hombres se quedaron perplejos. Era cuestión de tiempo hasta que Kaskar viera al ejército de Sylvester pues este no se había molestado en ocultarse. Aun así, fue un movimiento torpe de Sylvester lo que hizo que Kaskar note su presencia. En un intento por tener mejor visibilidad, Sylvester había intentado subirse a la rama de un árbol, sin tomar en cuenta el peso de su armadura, haciendo que esta se rompa y que su cara golpee fuertemente el suelo.


Ayudado por su capitán Sylvester recuperó el equilibrio y se incorporó. Todo lo que él era hasta ese momento le decía que debía huir, tal vez internarse en el bosque y buscar a su hermano, tal vez huir hacia el sur y buscar a su padre. Quedarse no era una opción, mientras que su torpeza era lo que lo había hecho famoso, la agudeza, habilidad y brillantez con un toque perverso de inteligencia era lo que había hecho famoso a Kaskar. Sus hermanos eran dignos rivales de él, pero Sylvester no se veía como digno. Aún así no era de la muerte de lo que Sylvester pretendía huir, no quería ser el único en fallecer defendiendo el territorio más fácil de defender de toda la historia de su país. Estaba meditando sus opciones cuando logró distinguir la expresión de Kaskar. Estaba igual o más sorprendido que el propio Sylvester, pero había algo más, Kaskar intentaba ocultar algo con su mano izquierda fuertemente pegada a su estómago. Una mancha roja se asomaba y Sylvester logró entender que Kaskar estaba huyendo de la selva, su hermano Gabriel lo debió haber herido y esta fue la única opción que le quedaba.


Entonces en la cabeza de Sylvester nació una pregunta, por cuya respuesta, arriesgaría su vida y la de todos sus hombres ¿Vencer al más perverso de todos los bárbaros iba a ser suficiente para el general Piedra? Si esto no limpiaba el nombre de Sylvester, entonces cualquier muerte iba a ser un buen descanso. Se dio vuelta hacia sus hombres y les gritó:

¡Tremendos hijos de puta lo que nos quieren matar y para eso tremendos hijos de puta los que somos nosotros!


Su ejército improvisado tomó sus armas y se preparó para intentar sobrevivir. La apuesta de Sylvester era que la herida de Kaskar lo igualara con su torpeza, que el cansancio del ejército enemigo lo igualara a la inexperiencia de su ejército amigo y también guardaba la esperanza de que su propio instinto de supervivencia despertara después de una vida de lujosos dopajes. Entonces la batalla empezó en el más tranquilo y sereno de los escenarios. Los ejércitos chocaron en esa gran planicie, en medio de gritos y sonidos metálicos. Fue entonces que Sylvester se dio cuenta de que había subestimado a sus hombres. En verdad, no eran soldados como los ejércitos de sus hermanos, eran campesinos y eso significaba que sus hogares estaban lejos de la capital, muy cerca de esa planicie en la que ahora derramaban su sangre. Tal vez, con un poco de suerte, sus hombres lo podían contagiar de su bravura y así él pueda cambiar toda su vida en una sola batalla.


El desorden desesperado de los campesinos comenzó a empujar a los bárbaros cada vez más al norte, pero con cada metro ganado, más se iban apilando los cuerpos a sus pies. La empresa de los bárbaros se vio incluso más dificultada debido a una tormenta que venía del sur y los comenzaba a alcanzar. La lluvia transformó esa pacífica planicie en una trampa de barro que los bárbaros no podían descifrar y en su intento de resistir las oleadas de campesinos se hundían y perdían el equilibrio. Uno a uno, bárbaros y campesinos perdían la vida hasta que solo quedaron Kaskar, Sylvester y su capitán. Un grito desesperado de Kaskar antes de entrar en la batalla hizo notar a Sylvester que este estaba a unos metros del precipicio que se encontraba al norte de su país.


Sylvester cansado de ser quien era, se intentó convencer de que podía cambiar. Él había recibido la misma educación que sus hermanos, él era igual de capaz que ellos y él también podía buscar la gloria que ellos habían salido a buscar. Abandonó por completo sus excusas y se abalanzó contra Kaskar, pero en medio de la adrenalina de la batalla se había olvidado de que su padre lo había condenado a ser torpe y parte de su condena consistió en darle una espada de cristal sin filo que en el primer impacto se rompió. Su escudo le sirvió para sobrevivir al primer y segundo ataque de Kaskar y su capitán le permitió tomar un respiro. Kaskar incluso herido demostró ser demasiado hábil. Su capitán que había entrado en batalla desde el inicio hizo lo que mejor pudo, pero con un

solo brazo Kaskar terminó con su vida. Ahora solo estaban el bárbaro más hábil, y Sylvester que desesperadamente intentaba huir de la identidad que habían hecho para él.


Las arremetidas de Kaskar eran poderosas y Sylvester solo contaba con su escudo, por el momento era suficiente para defenderse, pero no se ganan batallas defendiéndose, un escudo no iba a acabar con su enemigo. La herida de Kaskar lo forzaba a tomar pequeños descansos entre sus ataques, esto permitió a Sylvester ver al mar de cuerpos que había a su alrededor. Todos sus hombres muertos despertaron un dolor que nunca había tenido antes, por primera vez se sintió responsable. ¿Por qué él lucha por sobrevivir cuando sus hombres no corrieron con la misma suerte? No, no tenía derecho a vivir. Torpe o no, Sylvester debía derrotar a Kaskar para que los hogares de sus soldados estén a salvo, les debía al menos eso, después de comandarlos de manera tan mediocre. Levantó su escudo y entonces fue él quien comenzó a arremeter contra Kaskar que sorprendido no supo cómo responder. Golpeaba una y otra vez a Sylvester con su espada, pero su escudo resistía y lo empujaba hacia el precipicio. En el borde, Sylvester abandonó su arma, abrazó fuertemente a Kaskar y se lanzó hacia un descanso absoluto.


Pero raras son las veces en que la vida obedece las intenciones de las personas. Durante la caída Kaskar no había soltado la espada, mientras que Sylvester en ningún momento soltó a Kaskar. La lluvia suavizó la tierra en la que cayeron haciendo posible la supervivencia de los dos hombres, pero la suerte de Sylvester se negaba a abandonar su vida, incluso cerca de su muerte. La espada de Kaskar los había atravesado a ambos, clavándolos fuertemente contra el suelo. Kaskar que había perdido mucha sangre ya, no resistió mucho tiempo, Sylvester no corrió con la misma suerte. De cierta forma envidiaba al bárbaro que ahora tenía encima, su muerte era mucho más digna que la suya, su leyenda iba a ser la de alguien más que talentoso, e incluso herido dio una gran pelea antes de morir. Si tan solo, él hubiera podido ser más como Kaskar, tal vez sus hombres estarían vivos, tal vez él podría vivir, tal vez hubiera podido poner una sonrisa en el rostro de su padre. Ahora ya no quedaba nada, solo esperar a que su sangre abandone su cuerpo y todo se termine, así es que Sylvester no luchó contra el desmayo.

La historia negándose a concluir hizo que el barro, una vez la lluvia haya terminado, se endurezca bajo el cuerpo de Sylvester formando una especie de costra haciendo que no pierda tanta sangre, al menos no la suficiente como para morir. Cuando despertó se sorprendió de seguir con vida, despertó decepcionado, cansado, asqueado y hambriento. ¿Por qué no puede morir? Tenía mucha rabia y asco pues con el pasar de las horas el cuerpo de Kaskar comenzaba a oler cada vez peor. Intentó quitárselo de encima, pero era demasiado pesado. O no, tal vez Sylvester era demasiado débil, tal vez su padre siempre tuvo razón, no fue que lo condenó a ser torpe, es que él había nacido así. Sylvester el que nunca dio la talla, el que siempre fue una decepción, el que nunca pudo ser más que mediocre. Toda su vida fue un gran fracaso y ahora incluso fracasaba en morir. Nada podía hacer bien.


Estos pensamientos hicieron que su angustia explote en su cabeza, podía sentir como su corazón palpitaba con una fortaleza demasiado intensa, esto hacía que su herida le produjera demasiado dolor. Lágrimas se derramaban de sus ojos, estaba demasiado hambriento y ahora nunca podría saciar su hambre. La rabia hizo que sus ojos dejen de ver, el odio que se tenía a sí mismo hizo que deje de ser un ser racional, hizo que perdiera su humanidad y se transforme en un ser bestial que sólo quería sobrevivir a toda cosa. Casi no sintió cómo su boca se abría y mordía el cuello de Kaskar arrancándole un pedazo de carne, así fue que siguió mordiendo y siguió tragando. Poco a poco la carne de Kaskar le hizo recobrar fuerzas, poco a poco la razón volvió a su cabeza, pero se sentía distinto. Ya no se tenía tanto odio, ya no se sentía tan torpe, ya no se sentía tan Sylvester. Entonces entendió, Kaskar estaba dentro de él y esos sentimientos eran suyos. Pero se sentían bien.


El acto de canibalismo continuó y con cada bocado Sylvester era más fuerte, más hábil y más inteligente. El peso del cuerpo de Kaskar cada vez estaba más liviano, hasta que Sylvester consiguió quitárselo de encima, arrancando también la espada. Pero ya era tarde, Sylvester debía terminar lo que comenzó. Para cuando el cuerpo de Kaskar eran solo huesos ya habían transcurridos algunos días del final de la batalla. Sylvester se incorporó sintiéndose más fuerte que nunca. Abandonó la escena macabra que había provocado su supervivencia y fue camino a la capital a reunirse con su familia.


Le tomó algunos días regresar a la capital en donde las celebraciones por la victoria en la guerra contra los bárbaros ya habían comenzado. No podía esperar a contarle a su padre cómo él había acabado con Kaskar, cuando se dio cuenta que las celebraciones se estaban haciendo en su honor. Al haber creído que el cuerpo de Kaskar era el suyo, Sylvester había sido declarado héroe de guerra y se estaban haciendo desfiles en su nombre. Su padre y sus hermanos todos lamentaban profundamente su muerte y por turnos hablaban ante el pueblo, se decían cosas maravillosas de su valentía, astucia, perspicacia; todos los adjetivos que nunca habían utilizado, ahora los dejaban salir con facilidad. De hecho, su padre incluso parecía orgulloso, Sylvester saboreando el momento se puso a reír al pensar en qué tan orgullo iba a estar, cuando se entere que seguía con vida.


Así fue que se escabulló entre el público en dirección a su padre y hermanos hasta que teniéndolos a unos metros gritó ¡Padre, he conseguido volver! El general Piedra se dio vuelta y vio directamente a Sylvester, su expresión era la de alguien muy confundido, se dio vuelta y continuó su camino. Sylvester no entendió esto y llamó a sus hermanos, quienes después de una rápida mirada, ignoraron a Sylvester. Entonces con mucho enojo, los gritos fueron más agudos y escandalosos, hasta que los guardias no tuvieron más alternativa que encerrarlo en una celda hasta que se calme. ¿Por qué todos lo ignoraban, si él era el héroe de la guerra? Sylvester no entendía lo que estaba ocurriendo, al menos no lo hizo hasta que le pasaron una cubeta con agua para que tome y se limpie. En el reflejo del agua obtuvo todas sus respuestas.


Sylvester nunca habría sentido responsabilidad por sus hombres muertos, nunca habría sentido la responsabilidad de estos con sus hogares, nunca habría luchado con tan solo un escudo, nunca habría sacrificado su vida para acabar con un bárbaro y por encima de todo, Sylvester nunca habría podido vencer a José Carrillo Kaskar. Pero sí hizo todas estas cosas, hizo esto y mucho más. Había hecho algo inimaginable para sobrevivir. Nada de esto era posible para alguien como Sylvester, es por eso que cuando vio su reflejo en el agua, no se pudo reconocer. Su rostro era otro, tenía un leve recuerdo de su antiguo yo, pero ahora en su expresión también estaba presente Kaskar. Sylvester había

muerto en algún momento de la batalla, toda la identidad que tanto había odiado de sí mismo quedó atrás y ahora era otra persona. Se había alimentado de la astucia y el talento de Kaskar y había dejado su torpeza atrás. Sylvester “el torpe” Piedra, ya no era más. Sonrió aliviado, respiró profundamente y se dispuso a tener un más que merecido descanso.



De resoplidos y fiestas bravas


¿Dónde estoy? ¿Por qué estoy aquí? No logro entender lo que pasa. Todo esto es nuevo. Nadie se ha dado el tiempo de explicar algo y ahora estoy en medio de una audiencia enardecida, excitada y bulliciosa ¿Quieren algo de mi? ¿Qué debería hacer?

Algo está mal, debe haber una confusión, no logro pensar correctamente. De camino acá me trajeron en un tren con mi camarote cerrado, sin ventanas, sin poder respirar. Debía sacar la lengua para jadear un poco y evitar desmayarme por la insoportable temperatura. Mi sudor inundaba el pequeño espacio y el agua salada me llegaba a los tobillos. Ahora hay un sol insoportable que no me deja pensar, que no me deja entender. Sigo jadeando y muero de miedo. El viento refresca un poco, pero mi incontenible orina me devuelve a esa pesada temperatura de la que quiero huir. Hay muchos gritos, pero no puedo entender lo que dicen. Mis ojos se comienzan a acostumbrar a tanta luz y distingo un poco sus rostros. ¿Quiénes son estas personas? Nunca los había visto, pero puedo sentir su odio. A mi piel negra le arde el maldito sol, pero oleadas de insultos, mezclados con saliva, tabaco y cerveza me queman profundamente ¿Qué es lo que soy? ¿Soy un criminal? No, están confundidos, me confunden con el peor de los violadores o asesinos, me confunden con un terrorista que destruyó un templo cargándose una docena de personas, me confunden con un político que se robó millones de dólares ahogando en la pobreza a todo un pueblo o me confunden con un empresario que se llena los bolsillos con el dinero de sus empleados ¿Cómo es que pasó esto?

Sí, eso debe ser. Creen, por mi color de piel, que puedo soportar estos tratos, pero a penas puedo mantenerme en pie. Debo decírselo a todos. Deben escucharme. Gritaré.


“Frente a ustedes un ser de campo tienen

Vean mi piel y vean mi cara

Vean mi horror que con nada se compara

¿Qué parte de esto es que no entienden?

¿Qué les pude haber hecho yo que para que tanto odio me entreguen?


Sangre yo nunca he derramado

Paz yo siempre he profesado

Un criminal no tiene en frente

Yo les ruego desesperadamente

Que salven a este desgraciado”


Mis palabras rebotan en ese desprecio y sigo sin entender nada. ¿Esta gente no sabe hablar en poesía? ¿Cuál es su idioma entonces? Yo solo conozco uno y frente a este escenario es inútil. Tambores que hacen temblar el piso anuncian la llegada de algo. Desde un túnel, sale una llamarada

de fuego y ante mí aparece un sujeto de mallas apretadas doradas, rojas y negras con piel blanca pálida y un casco con orejas grandes. Todos lo quieren, lo adoran, le lanzan flores y aplauden su llegada.

¿Qué es lo que quiere? Me mira y me llama, voy delicadamente y se mueve, me esquiva y me vuelve a llamar. Me grita y me pide que vuela a acercarme, pero cuando lo hago se mueve una vez más ¿Qué quiere de mi? ¿Por qué pasa esto?

Yo solo conozco el campo, soy un campesino y pertenezco a las amplias tierras, grandes pastizales y grandes planicies. Crecí huérfano con mis hermanos, corriendo, gritando, saltando y jugando, hasta que uno a uno fueron desapareciendo ¿Es posible que hayan terminado acá? ¿Estarán por acá todos mis hermanos? El sujeto con traje me sigue llamando, moviendo un trapo sucio frente a mi cara. Mi paciencia es mucha, pero necesito respuestas, el pánico inunda mi cabeza y corro hacia él, pero es demasiado hábil me vuelve a esquivar, aunque ahora es distinto. Un dolor punzante atraviesa mi piel y la vida comienza a salir de mi cuerpo. Regreso a ver a ese hombre y su rostro es distinto, veo una morbosa y excitada sonrisa, me engañó y ahora estoy aterrado, pero con una seguridad, mis hermanos ya no están.

Lágrimas comienzan a caer por mi rostro, no por el dolor del puñal que atraviesa mi cuerpo, no por la sangre que se derrama por mi frente, no por el insoportable temblor que mi cuerpo no puede controlar. Lloro al entender que mis hermanos mayores padecieron lo mismo y lloro al entender lo que a mis hermanos menores les espera ¿Por qué tiene que pasar esto?

Más gritos vienen de esa bestia y en medio de mi llanto grito de vuelta:


“Maldito monstro ¿Qué es lo que quieres de mi y mi familia?

Tú no eres juez de nadie y nada, para que rinda cuentas ante ti

Al igual que tú yo siento dolor y miedo, no quiero combatir

Tu rostro está lleno de emoción y yo solo pido justicia

Pero no me ves como un igual, mi dolor no te fastidia


No, al contrario, te excitas con mi dolor

Te relames al reconocer ese metálico olor

Quieres más de esto

Tú me quieres muerto

¡Si tan solo entendiera, pero hace demasiado calor!”


Es inútil, mis palabras llenas de sentimientos y poesía no llegan a sus oídos. No somos iguales, esta bestia es un ser álien incapaz de sentir ¿Cuánto va a durar esto? ¿Este es el final de mis días? Mi mente parece que me juega en contra, pues no puedo dejar de pensar de mi infancia, en lo bien que me sentía todo el día en mi campo, con mi familia y mis amigos. Recuerdo aquel hermoso

poema que habla sobre los límites, sobre cómo con tanta indiferencia hacemos cosas por última vez. Por última vez caminamos por una calle, por última vez abrazamos a un amigo, por última vez nos declaramos amor, sin saberlo, siempre llega una última vez. Pero en mi caso todas mis últimas veces llegan en un solo golpe, en un solo puñal. Otro de estos cuchillos se abre paso en mi cuerpo, rompiendo mi piel y el dolor me trae de vuelta a la arena en donde estoy padeciendo.

¿Es que no sabe cuánto dolor me produce? Siento esos puñales en mi espalda, intento evadir a mi agresor, pero eso solo hace que esos cuchillos me corten más por dentro. ¿Cómo puede haber tantos testigos y ni uno solo salta a la arena para ayudarme o al menos grita en favor mío? De repente ya no puedo distinguir entre sudor y sangre, de repente ya no importa cuánto líquido haya perdido. Una vez más mi cabeza parece que juega conmigo, pues ya no veo la arena desde mi cuerpo. Me veo a mí frente a este monstruoso ser, listo para arremeter de nuevo. Pero viéndome ahí asustado, temblando y dispuesto a recibir más daño me doy cuenta.

Me percato de la burla que soy para todos estos demonios, me doy cuenta del sadismo que se apodera de ellos con cada grito e insulto que me lanzan y me doy cuenta del patético ser en que me han transformado. Pero no solo eso, hay más pues, también me doy cuenta de que soy mucho más grande y fuerte que mi enemigo. Puedo defenderme y si mi valentía detiene los temblores de mi cuerpo podría incluso llegar a ganar. Hablar con estos extraños seres es inútil, pero todavía puedo hablar conmigo.


“Este falso Don Quijote, perverso y sanguinario

De la Mancha viene, esa bella tierra de España

Tierra de hermosos escenarios, que la tortura empaña

Pretende destruirte, pobre hidalgo Alonso Quijano

No te quedes quieto, en ti debes encontrar el valor necesario


Mira tu magnífico cuerpo y mira lo débil que es el suyo

Solo en tu resoplido tienes más fuerza que diez hombres

Él tiene armas para compensar su cobardía, de esto no te asombres

Estos malditos y perversos seres quieren arrebatarte tu orgullo

Pisa firme y demuestra que tu rabia, es todo un Vesubio.”


Su trapo despreciable no me iba a engañar más, toda la sangre perdida exigía sangre ajena y a mi rabia la impulsaba todo el injusto dolor. Entonces, por primera vez en todo nuestro encuentro ataqué, por primera vez había una mala intención en mi embestida. Como era de suponer con un animal manso y tierno este monstruo se lucía, pero ahora ese animal ya no estaba. Frente a él había una bestia desesperada por sobrevivir, atrás quedaron los hermosos prados y pastizales de mi infancia. Este ser me transformó en lo que él es. Ahora ya somos iguales, ahora los dos somos monstruos y así

como le pasó al monstruo de Shelley, si no puedo inspirar amor, entonces inspiraré horror en el mundo.

Lo puedo ver en sus ojos, su cobardía se apoderó de él cuando lo acechaba con intenciones de matar. Y así es como decido atacar. Ni su capa, ni sus cuchillos pudieron conmigo. Sentí cómo una nueva herida abría la piel de mi espalda, pero ya no había dolor, ahora solo había rabia. Mi ataque fue certero y el sujeto escuálido que antes se excitaba con mi dolor, chillando y llorando se retuerce en el suelo. Esta es mi oportunidad. Nunca pensé en acabar con la vida de otro, pero aun quiero vivir, disfrutar, soñar, comer o amar; aun quiero seguir siendo yo. Cierro mis ojos de los que siguen saliendo lágrimas y me lanzo en un segundo y último ataque. Pero cuando estaba por acertar, una lanza se clava en mi pecho. El dolor es insoportable, de mi boca sale un grito desesperado mezclado con sangre y bilis mientras caigo al suelo.

Un caballero de armadura imponente y bigote alargado ayuda al sujeto con mallas a levantarse, le devuelve sus armas y con una brocha limpia el polvo de su espantoso disfraz. ¿Cómo puede haber seres tan despreciables? ¿Es que ellos creen que esto es justo? ¿Creen que esto tiene algo de honor? Ellos tienen armas, ellos saben lo que está pasando, claramente ellos han entrenado y aun cuando yo logré tomar ventaja, ellos tienen el derecho a detener la lucha cuando les conviene. Malditos cobardes, si esta batalla fuera justa yo los podría demoler a todos, yo soy más que todos ellos, pero no me dejarán pelear, no me dejarán luchar, esta no es una batalla que puede ser ganada; esto es una masacre.

El dolor en mi pecho es demasiado fuerte y ya no quiero levantarme, ya no quiero más dolor, solo quiero que todo se detenga. Ya perdí, no por la herida en mi pecho, perdí cuando nací siendo lo que soy, perdí cuando me escogieron para esto, perdí antes de tener la oportunidad de perder. Perdí cuando decidieron que mi familia y yo, nacimos para esto… Mi familia, mis pobres hermanos deben pasar por esto también. Ellos que aun están en la fantasía de campos pacíficos en la que hace unos días también yo habitaba, esos pobres niños deben sufrir esta tortura. Ya sé lo que va a pasar, me quedan solo unos minutos de vida, una vida que siempre tuvo este repulsivo destino. Una vez más tengo la oportunidad de hablarme a mi mismo.


“Hermosa bestia de campos pacíficos

¿Qué es lo que han hecho contigo?

Tu sangre y tus entrañas están gritando, mi amigo

¿Cómo es que pasaron estos eventos terroríficos?

Días de ruina han llegado, después de tiempos magníficos


Pero tu hora de descanso aun no llega

Un último esfuerzo es necesario

Con tu último aliento debes acabar con este mercenario

Pues a tus hermanos, estos monstruos la vida les niega

Aunque tarde para ti, ellos necesitan quien los proteja.”


Es cierto, mi cuerpo maltratado, mañana será un despojo común, pero mis hermanos siguen vivos. Mi horrible destino puede ser el último de ellos. Estos son mis últimos resoplidos, pero con ellos les daré aliento a mis hermanos. Mis piernas se clavan en el suelo como gruesas estacas, mi mirada se enfoca en donde debería estar el corazón del monstruo que tengo en frente. Si es que lo dejo con vida, ese caballero de armadura elegante lo salvará y mi cuerpo se terminará de deshacer. Pero ahora es distinto, la cara del monstruo se muestra enojada, aun así, yo sé que en el fondo hay pánico y el cuchillo que tiene en su mano es distinto, parece más afilado. Sé que estoy a segundos de dejar de existir.

Mi última embestida comienza, ahora puedo ver a través de ese miserable trapo, me dirijo directamente a su pecho, hay un destello metálico y un rojo profundo…


“Soy…ser de campo

Paz…profeso

Valentía…tengo

Muerte…obtengo

Un Quijote me ha matado


Frente a mi…tendido

¿Ha muerto?

Hermanos…a salvo

Alivio… siento

Aquí termina Don Alonso Quijano.”



La persona que creó amor


El filósofo Arthur Schopenhauer solía decir que lo que tenemos ciertamente no nos hace felices, pero que extrañamente lo que no tenemos sí consigue hacernos infelices, esta frase resume a la perfección la vida de Johan Bevaqua.


Conozco toda la vida de Johan Bevaqua, conozco a su madre quien murió cuando él tenía a penas dos años, conozco a su padre que a pesar de que amaba a su hijo más que a sí mismo, nunca pudo darle ningún tipo de lujo, conozco a su madrastra quien fue la que enseñó a leer y escribir y llenó patéticamente ese vacío que su madre había dejado, conozco a su Profesor de 6to grado quien fue el primero en percatarse del gran talento de Johan. Si, conozco toda la vida de Johan Bevaqua talvez más que él mismo, se puede decir que soy su más grande admirador, no me he perdido ninguno de sus libros, a todos los he leído con mucha atención y es que son obras de una excelencia casi divina.

Como casi todos los escritores, Johan tuvo un principio pobre, pobre en muchos sentidos y rico en uno solo, talvez el único sentido en que vale la pena ser rico. El padre de Johan no tenía dinero para darle ropa decente, estudios decentes, ni siquiera comida decente, aun así, lo que el padre de Johan más lamentaba era que ni siquiera podía comprarle un libro, que era lo único que su hijo pedía. La verdad es que dejé pasar muchas oportunidades en que pude ayudar a la familia Bevaqua, pero en mi defensa, siempre que lo intentaba me daba cuenta que Johan no me necesitaba.

Johan era rico en un solo aspecto y eso era el amor que recibía de su padre, su madre, su madrastra y su Profesor; estas cuatro personas le daban más a Johan de lo que yo pude haberle dado.

Cuando cursaba el 6to grado el Profesor de la escuela en la que Johan se encontraba les dio la más hermosa de las tareas, les pidió a sus estudaintes que realizaran un ensayo, sin esquemas, sin márgenes, con tema absolutamente libre, básicamente el profesor les entregó una hoja y sus alumnos debía llenarlo con lo que quisieran.

Johan vio su hoja blanca como una espesa nube, y comenzó a disipar esa espesura escribiendo una historia, la llamó “El niño del barco“ se trató de la vida de un chico que no le gustaba su vida en la tierra así que decidió probar suerte en el mar, logró entrar de polizón a un buque explorador y zarpó hacia un mundo acuático totalmente nuevo para él, eventualmente los marinos se percatan de su presencia, pero lejos de lanzarlo por la borda, todos lo adoptaron como un marino en entrenamiento.

La historia le pareció divertidísima e ingeniosa al Profesor de Johan, sin embargo, no pudo evitar notar una excesiva cantidad de errores ortográficos por lo que habló con su alumno después de la clase cuando ya todos los demás se habían ido, preguntó a Johan a qué se deben tantas fallas, Johan de manera valiente afirmó que su madrastra le había enseñado a leer pero que no había tenido la oportunidad de leer nada complejo por lo que al Profesor se le ocurrió una idea brillante.

La biblioteca era un lugar en donde solo adultos podían entrar a leer o sacar libros porque no era una biblioteca con muchísimos recursos y se temía que los niños dañen los no abundantes libros, por lo que el Profesor le propuso el trato de que él le iba a conseguir libros pero que a cambio Johan debía escribir historias para él, una historia

por cada libro. Es de esta manera que a una muy temprana edad Johan Bevaqua ya había averiguado la que sería su profesión y una de sus más grandes pasiones por el resto de su vida.

El tiempo pasó y Johan comenzó a ganar una audiencia, un público cuando comenzó a cobrar por sus cuentos, Johan nunca paró de leer y a sus 16 años ya era bien recibido en la biblioteca a pesar de no haber cumplido la mayoría de edad haciendo que la presencia de su Profesor ya no sea necesaria, a pesar de eso Johan cada semana lo iba a visitar y cada mes escribía una historia sola y exclusiva para su querido amigo, yo mismo leí todas esas historias que nunca fueron publicadas y puedo dar fe de que Johan ponía más esfuerzo en las historias para su Profesor que en las historias que le hacían ganar dinero, para él la mejor de las audiencias era una sola persona.

Todo el dinero que ganaba de inmediato se lo entregaba a su padre, al crecer sin dinero Johan no sabía qué hacer con él, poco a poco Johan comenzó a ganar más dinero que su padre y después de algunos años ganaba tanto que era ridículo que su padre siguiera trabajando, y así fue como a sus 24 años Johan ya tenía suficiente dinero para mantenerse a si mismo y a su padre y madrastra, Johan no escatimaba, trataba a sus padres con los mejores lujos que podía pagar, él estaba convencido de que si no fuera por ellos él no habría podido explotar su talento, sentía una gratitud infinita.

A los 28 años explotó la fama de Johan cuando publicó “El país de las Rosas” que era una historia que se centraba en la segunda guerra mundial y que se trataba de un hombre que escapó de un campo de concentración con el único objetivo de ver a su nieto, una grandiosa peregrinación de un hombre que se ve obligado a ver los horrores más grandes de la guerra. Con este cuento Johan no solo ganó fama, sino que logró obtener una pequeña fortuna, suficiente como para no preocuparse por dinero en varios años. Como de costumbre Johan pasó por la casa de su profesor y le entregó la primera copia de su libro, él siempre debía tener las primeras copias de sus libros.

Por supuesto que yo no me perdía ninguna de las obras de Johan, además de su profesor dudo que haya tenido un admirador más grande que yo, yo conocía absolutamente toda la vida de Johan y esperaba con anhelo sus siguientes obras, pero lo que hizo el profesor y lo que sus acciones provocarían en Johan a continuación ni si quiera yo que había sido testigo de todo, lo pude haber previsto.

Johan recibió un mensaje del profesor en donde le pedía que por favor pasara por su casa lo más pronto posible, sin perder tiempo Johan caminó a la casa de su amigo, una vez ahí el Profesor le sirvió chocolate caliente y le hizo una pregunta a Johan.

“Tus obras tienen una gran variedad de temas, hay guerras, viajes, descubrimientos, estudios, pero no hay romanticismo ¿Por qué evitas este tema en tus libros?”

Johan conocía a la perfección la respuesta a esa pregunta, me gusta pensar que yo también la conocía, pero aún así esperaba con ansias la respuesta que Johan le daría al Profesor.

“En mi último libro exploré el amor paternal, se me dio muy bien porque lo conozco a la perfección, no solo de mis padres, hablo de mi madrastra y de ti, por supuesto, ustedes me han amado como a un hijo y yo los he amado como si fueran mis padres, supongo que no hay romanticismo en mis cuentos debido a que no lo conozco,

nunca he estado en una relación que me haya mantenido despierto, que me haya causado desvelos, que me haya hecho despertar con una sonrisa, he leído muchas historias de ese tipo de amor y nunca he tenido algo parecido, no puedo escribir de algo que no conozco“

Fue una respuesta sincera, una respuesta que tanto el Profesor como yo esperábamos, por supuesto, los sentimientos del Profesor y los míos son distintos, él amaba al escritor yo solo a sus escritos.

Lo siguiente que hizo el Profesor fue sincerarse con su antiguo alumno, le dijo que tiene un gran talento, pero que no va a poder explotarlo hasta que haya explorado esa clase de amor, hasta que tenga tantos pensamientos por alguien que escribir ya no sea un placer sino que sea una necesidad ansiosa, una necesidad del escritor para no explotar, hasta que no quiera expresar la belleza de su amante en todo lo que escribe, hasta que no quiera que sus palabras sean el reflejo de un sentimiento excitante y cariñoso.

“Hasta que ames a alguien con todo el romance del que un escritor es capaz de ofrecer, a tus libros siempre les faltará algo, siempre tendrán un poco de mediocridad”.

Por supuesto en cuanto el Profesor pronunció esas palabras yo me percaté de sus intenciones ocultas, el Profesor ya tenía 75 años a sus espaldas y le preocupaba el hecho de que después de su fallecimiento y el del padre y madrastra de Johan su alumno se quede solo en el mundo, por eso quería que encontrara a alguien con quien pasar su vida, alguien para que lo cuide y alguien a quien cuidar.

Johan no se percató de eso, él sinceramente creyó que las intenciones de su querido Profesor eran hacerlo un mejor escritor y después del éxito que había tenido se alegró al saber que aún había camino por recorrer, tomó las palabras de su Profesor como un nuevo objetivo de vida y salió de la casa decidido a encontrar a alguien a quien entregarle, sus escritos, sus noches, sus días y su vida.

Por fin Johan pensó en qué utilizar su dinero, por fin le vio utilidad, lo iba a utilizar para viajar, viajar en búsqueda de su amante, y así lo hizo, prometiendo escribir a sus tres seres queridos con la mayor frecuencia posible partió sin saber cuándo iba a volver.

Fue aquí cuando por primera vez la vida de Johan Bevaqua me resultó más interesante que una de sus obras, me tenía muy intrigado de lo que iba a encontrar, viajó y viajó hasta que llegó a una biblioteca gigantesca, pertenecía a una universidad muy grande, entró y buscó dónde sentarse. Antes buscó un libro de sus favoritos, le hizo un poco de gracia encontrar algunos de sus propios libros en los estantes hasta que encontró Cándido, la historia del infeliz optimista.

Una estudiante lo reconoció y muy emocionada se acercó a saludarlo, Johan saludó a la chica muy atentamente, intercambiaron un par de palabras más y ella se fue, dejando solo a Johan. Se puso a pensar en algo, esa chica era muy bonita, era muy agraciada, era elegante, era estudiante ¿Sería posible que ya la haya encontrado?

Pero después su pensamiento fue a otro lugar en donde, a pesar de todas esas características esta chica no le despertaba nada de inspiración, ni se acercaba a lo que su Profesor le había explicado lo que era el amor romántico y el tren de pensamientos continuó y se volvió a preguntar algo ¿Qué le hacía falta a esa chica?

De inmediato sacó un pedazo de papel, de un lado puso las características de la chica que acababa de conocer y de otro lado puso las que él consideraba que le faltaban, características que él encontraba atractivas. Cambió el cabello rubio de la chica por cabello castaño, cambió la altura de la chica para que sea un poco más pequeña, cambió sus ojos para que sean más grandes y oscuros casi cafés, dejó su elegancia, dejó su carisma, dejó su sentido del humor y dejó su actitud.

Este ejercicio le tomó horas, pero al final terminó con una lista de características en las que podía confiar, puede que en esa biblioteca no esté la persona que estaba buscando, pero al menos ya sabía lo que estaba buscando y entonces fue que en verdad empezó su travesía.

Viajó durante muchísimo tiempo, con esa lista en el bolsillo, en cada lugar que iba agregaba alguna otra característica y seguía con su viaje, esto duró meses y en cada lugar al que iba, escribía cartas de decepción a su padre, madrastra y Profesor.

Una noche perdió un tren que había planeado tomar así que decidió quedarse en un hotel, era un hotel de cinco estrellas, así que la habitación era muy lujosa con una cama gigante, una vista asombrosa, con todas las comodidades que una pareja necesitaría para pasar la mejor de las noches. Se sentó en la cama y con un aire de cansancio puso la lista de características a un lado y empezó una actividad ridícula pero hermosa, comenzó a hablar con su lista: “Como me gustaría que estuvieras aquí”, incluso él mismo resultó sorprendido por sus propias palabras, pero más que sus palabras le sorprendió un sentimiento muy dentro de él que de repente había aparecido, un sentimiento de nostalgia.

Johan comenzó a sentir nostalgia, la misma nostalgia que siente un enamorado cuando está lejos de su amor, solo que el amor de Johan no existía, no había nadie con esas características, no había nadie a quien extrañar, por eso le resultó tan extraño que él tuviera esos sentimientos, pero decidió aprovecharlos, miró la lista de características, habían estado junto a él por meses y había crecido junto a él. Johan decidió darle una característica más, al menos en la cabeza de Johan su amor ya tenía rostro, ya tenía cuerpo y ya tenía esencia, solo le faltaba una cosa, solo le faltaba un nombre.

Decidió ponerle Mercedes y decidió darle su propio apellido, Mercedes Bevaqua, era el personaje que había aparecido tanto en la cabeza como en la vida de Johan, era algo muy extraño, pero tenía sentimientos por este personaje, había apreciado a todas sus creaciones, pero estos sentimientos eran distintos, no se podía detener ahí, de inmediato, casi como si fuera a explotar escribió una historia para agregar un escenario a su amada.

E incluso eso no fue suficiente, continuo escribiendo y escribiendo, no paró incluso al día siguiente, solo se detuvo para escribir una carta, a su Profesor, una carta que indicaba que por fin había encontrado a alguien, alguien que quitará todo rastro de mediocridad de sus obras, una carta tranquilizadora, también indicaba que iba a permanecer en ese hotel durante unos días más.

La pasión con la que escribía nunca la había sentido, las páginas se terminaban y debía comprar más papel, porque las historias seguían y seguían fluyendo y toda esta tormenta de sentimientos después de un tiempo, dio lugar al libro que yo guardo como mi favorito, llamado “La travesía de Mercedes“, en donde se veía un mundo alterno en

donde Mercedes se enamoraba de un autor anónimo que escribía sobre ella, que la conocía más que ella misma, un cuento fascinante.

El tiempo pasó, tanto padre, madre y Profesor murieron, pero Johan nunca más estuvo solo, tenía a su mejor personaje y nunca la dejó morir, siguió escribiendo sobre ella, solo sobre ella. Johan no pudo encontrar el amor que le hacía falta, por eso decidió crearlo él mismo. Creó y amó más de lo que muchos han amado, amó durante toda su vida, Mercedes solo dejó de existir con la muerte de Johan Bevaqua.

Es verdad que pude ayudar a la familia de Johan, pero desde que él era un niño yo sabía que iba a ser un gran artista y como gran egoísta no quería interferir, para que todo ese arte se produzca, pero ahora mi artista está muerto y ya no veo razones para no interferir, me dio a mi y al mundo una vida de obras literarias, creo que se merece un favor de mi parte.

Johan Bevaqua ahora está aquí, conmigo y mi regalo para él es darle a su Mercedes, sacarla de su cabeza para que él la pueda besar, acariciar y amar. Después de toda la felicidad que las obras de Johan me dieron creo que se lo debo, después de todo en este lugar no hay reglas y después de todo yo soy el único con el poder de darle ese regalo.

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