(Imagen: www.galiciaunica.es)
100% ambateña, amante de los viajes, estudiante de la vida, melómana, emprendedora y escritora en construcción.
Robando Vidas
¡¿Alguna vez se sintió así, sin emociones, ni sensaciones?! Me preguntó la psicóloga.
Siento que vivo una dualidad, una vida que no es mía, tengo puesta una camisa que no me queda, y cumplo un rol que no me corresponde, padezco un vacío muy grande. El hastío y el cansancio me dominan. Me siento inseguro y desubicado, lleno de sombras, una especie de robot o zombie.
La mujer de cincuenta y pico de años, sentada junto a mí en el sofá acolchado, con anteojos redondos y rostro dulce, escuchaba, interrogaba, tomaba notas y graficaba lo que yo le decía en una libreta.
Al final de tres horas de terapia concluyó:
Lo que sucede es que no tiene alma lo que haces, como si hubieses robado un lugar que no te corresponde. Peleaste duro para ocupar un lugar que no te compete, pensaste que eras único.
La perfección y perseverancia metódica en tu vida es notoria, te aseguraste de hacerlo todo bien, pero aún te sientes un segundo.
¿Y cómo es un segundo? Pregunté.
Más libre y espontáneo, más bohemio y pacifista, vive lo que quiere vivir, y no quiere satisfacer las expectativas de nadie. Catalogado como el “patito feo”, tiene un montón de amigos, porque no depende de la familia para su desarrollo.
“Soy segundo”, pensé, no primero, y no lo sabía hasta hoy que hurgando con alguna corazonada encontré unas fotografías sepias, con alguien idéntico a mí. Mis padres lucían al menos quince años más jóvenes. Era el hermano que jamás me habían mencionado, y se llamaba Joaquín. También encontré un diario donde el primer Joaquín rebela que había decidido suicidarse, sus razones me parecen conocidas.
Ese Joaquín, fue el primero, le robé lo que le correspondía por derecho, soy segundo, ¡sí! un número dos. La genética me ha jugado una mala broma, he asumido tus sentimientos de soledad, tu rabia, tu tristeza e impotencia por no sentirte bienvenido en este mundo. Me heredaste tu primogenitura.
Al leer tu diario me sentí identificado con tus conflictos y frustraciones constantes, la verticalidad en mis decisiones, que me han hecho naufragar hasta tocar fondo.
Te habían olvidado… Evitaron sentir el dolor profundo que tu ausencia les causó, y soy yo quien las carga hoy.
¡Sí! soy segundo, me alegra haberlo descubierto. Qué alivio siente un alma atormentada al encontrar el puesto que le corresponde en el universo.
Con esta secreta dicha tomé una sábana, la tensé en el mismo lugar donde indicabas en tu diario; la colgué de mi cuello y salté.
¡Te quiero hermano!
Date prisa
(Microcuento)
«¡Ah! indescriptible, inexplicable, despejado, así está el cielo hoy. Espléndido y luminoso el sol.
El ruido de las campanas, el verde del prado, todo el escenario es perfecto».
«¡Bah! ¡Creo que no podré!»
«¿Por qué? »
«Pues… tú lo sabes mejor que yo»
«Si, lo sé pero recuerda que otras cosas si salieron bien»
«Siento un vacío muy grande, una soledad»
«¿Los echas mucho de menos?»
«Sí, y hoy más que nunca»
«Me pregunto tantas cosas, tengo muchas dudas…»
«No siempre escuchas mi consejo, como aquella vez en la que te aconsejé que ese chico no era bueno para ti y al final ¡Paf! un corazón roto»
«Mmmm, bueno sí, tienes razón. Pero… ahora ¿todo saldrá bien?»
«Cruzaste el Atlántico para olvidarlo»
«¡Ay de mí! tengo tanto miedo»
«Es normal, es un gran paso. Pero siempre estaré a tu lado»
«¡Psst! ¡Eh, querida!¡date prisa! que no hay que hacer esperar al novio.»