Ssyro Vasna o Rossy Navas.
Nací en Guayaquíl, Ecuador. A medida que fui creciendo me interesé por leer literatura, filosofía y psicología de todas partes del mundo. Al principio no me interesaba interactuar con nadie, me gustaba disfrutar de mi tiempo libre a solas. A medida que fui creciendo me di cuenta que el mundo también era interesante, al igual que los libros. Dejé a un lado por un momento la imaginación, me adentré a la realidad. A partir de ese cambio, empezó a llamarme la atención la psicología vinculada a los fenómenos sociales. Así fue que me decidí por estudiar Psicología Clínica y vivir distintas experiencias que me sirvieron como fuentes de inspiración para escribir, dibujar y viajar. Ello implicó interactuar con personas del psiquiátrico, personas que vivían en las calles, niños sin padres, artistas y mi propia locura. Entonces, se abrieron las puertas para continuar construyendo preguntas. A su vez, pude fabricar algunas respuestas y articular historias, historias que se dirigían más allá de los análisis y tratamientos clínicos. Finalmente, decidí escribir lo que veía de manera libre, encontrándome internamente y así nacieron las palabras.
Cándido:
Pedro eufórico espeta:¡¡robemos la luna, está creciendo cada día!! .Su compañero Juan le responde: para qué quieres un satélite natural que refleja el 93% de la luz que recibe del sol, la gente nos mataría, la acción sería osada. Te faltaría decir robemos el sol que es 400 veces más grande que el diámetro de la luna.
No quiero el sol, en mis 10 largos años en este no lugar, donde la gente no llega, más allá del medio oriente, de los mundos de Preste Juan, me he dado cuenta que todo es posible. La realidad es infinita, simplemente debemos mirar más allá de nuestra percepción cotidiana. Juan con su afónica voz mutilada por la medicación dice: No estoy de acuerdo con la idea. Deberías ir a un manicomio estás encerrado en tus pensamientos.
Pedro: No deberías preocuparte, simplemente la gente tiene una deuda con nosotros “los locos inventamos el amor “. Ahora raptaré a la luna como Hades a Proserpina, destruiré esta prisión irreal construida por nosotros dos. Esta noche se terminará esta pesadilla, nadie se dará cuenta Juan, esta doncella está completamente olvidada por la tensión y el pensamiento ultra laboral de esa gente automática. A nadie le faltará mirar al cielo, sus hábitos son mirar al suelo y al computador. Aterriza por favor, pasarán los años a oscuras y en un instante de solaz quizá un ente alienado de nuestra sociedad se dé cuenta de su ausencia.
Pienso Pedro, que es más fácil endilgar una escalera gigante con ansiolíticos, antipsicóticos, antidepresivos, todo lo que bebemos por costumbre. Quizá algún día el mundo se dé la vuelta en la noche y podríamos aterrizar ahí por la gravedad terrestre. En última instancia podremos invocar al Sabbat.
Pedro: Estás demente, esas pastillas anti lunares no te permiten ver con objetividad.
(Fuera de la celda de los pacientes psiquiátricos).
¡Doctor Cuerdo! Otra vez Pedro está hablando solo, sigue pensando que existe Juan y como cada día en este inhóspito lugar, sucio, en condiciones deplorables la gente sigue tramando alguna conspiración delirante.
Dr. Cuerdo: Dejemos que sigan así, al menos tienen un cuerpo anquilosado, sólo su mente ve más allá. Hasta mientras doctora planeemos raptar la luna.
Y en un manicomio empezó la pérdida de razón, todos piensan que se necesita primero estar loco para ingresar en estas moradas expresionistas. Así todos los pertenecientes del lugar sembraron flores oxidadas, porque allá no llega nada más que olvidos, delirios y en los mejores casos, invenciones.
Aquí
Me apeé del colectivo una mañana a las 10 am para internarme en el nuevo psiquiátrico de la Capital Federal de Buenos Aires, recién abierto “los 4 al fracaso”, así se llama. Ingresé y la atmósfera era tan distinta, una casa sin ventanas en las paredes, herméticamente cerrada del exterior, donde no se perciben los días pasar, no se siente el aire atravesar ni por las paredes fisuradas, ni por los espacios de la puerta, ni por las bisagra, ni por el picaporte... no me preguntes como respiramos aquí.
En medio de este aire asfixiante, puedo encontrar ciertos inquilinos, personas que viven en este nuevo hogar. Al principio todo se ve tan raro, oscuro, las puertas oblicuas, amarillas y blancas, el techo tan alto cerrado, cucarachas adheridas a las baldosas; la única luz es la de los inquilinos que viven conmigo.
Por un lado tengo el infinito en una de las habitaciones, es la inquilina que pasa toda la noche cantando, creando con su mente composiciones susurrantes, mientras su cuerpo se encuentra un tiempo en reposos, debido a un saltito de bailarina. Va para un lado, ríe, calla, llora, ríe otra vez, danza melodiosamente con las palabras, con las emociones hasta recuperarse. Toma la guitarra y se fusiona con ella cuando le place, arpegia, susurra, creando nuevos nombres a los días, nuevos días, buenos días.
En otra habitación está un ser con unos ojos grandes a veces verdes y a veces cafés, cree tanto en el amor que se saboree en la comida que nos comparte cuando llegamos a aterrizar a la realidad de vez en cuando, toca la guitarra, se disfraza de cualquiera de nosotros y nos imita a la perfección, tanto que podemos confundir nuestra identidad.
De ahí tenemos a un ser que cuenta los escalones, sube y baja las gradas, dice irse a cursos de tango, desaparece y reaparece. Hasta que llega otro inquilino el que se ríe siempre, porque dice viajar en barcos de papel de fiesta en fiesta, entre faldas y luego se encierra a descansar.
En estos últimos tiempos, tuvimos muchos cambios, se fue el Sabio bailarín de tango, que tenía su consultorio, sobre la puerta un letrerito de azules letras gigantes que decía consulte aquí… se fue cuando los guardias tomaban ginebra con el perrito Rubén, ahora vive en una casa tomada, tomada por él mismo, amoblada por los objetos que le brinda el universo. También internaron a dos sujetos más uno sufre de normalidad masiva, prende su ventilador y vuela al más allá donde está su novia, el otro crea títeres, sonríe a todos al pasar y les dedica canciones en portugués.
Parece que una revolución esta por avecinarse, un cambio, una huida, muchos construyen los planes perfectos para abrir túneles en los suelos hacia lo que existe afuera, ahí donde el aire se despierta y respira, en barrios lejanos, con piletas y ventanas reales… reales¡¡¡con amaneceres reflejando nuestro rostro y estaciones que te levantan las mañanas. Vivimos en una oscuridad perpetua, sin conocer el tiempo, el día, ni los segundos, empezamos a confundir las descripciones de lo que vivimos, soñamos y dormimos.
Escapémonos ¡¡ cada uno por su lado, entre locos algún rato nos encontraremos , ya saben los caminos que construimos en los cielos tienen lugares en común, como éste comedor que compartimos, discutiendo de la vida, la energía, la desaparición de uno de los inquilinos, hipótesis de homicidios, nacimientos, cantar a la claraboya, dibujar el cielo naranja, azul, cantar a la luna imaginaria, convertirnos en gatos sin los tejados y escaparnos un poco de la prisión mental!!
Mí ahora
Me dedico a divagar por varias calles recónditas de Buenos Aires, a observar las estructuras arquitectónicas en cada cuadra que recorro. A un lado dos edificios coloniales idénticos colocados de frente, generando un efecto de reflejo, como un espejo descomunal invisible, franqueable a los cuerpos de los turistas que recorren esa calle. La diferencia que tiene el uno con el otro, es que uno de ellos está provisto de una puerta verde de metal en la que ingresas a un pasaje en forma de U, oscura en la noche y cerrada por precaución hacia las víctimas de la volatilidad con mayores niveles de vulnerabilidad al robo... los denominado distraídos. Más allá presencias estatuas asociadas con narrativas trágicas, monumentos a las víctimas del atentado terrorista a la embajada de Israel, monumentos a los bailarines que fallecieron en un accidente de avión… Norma Fontela y José Neglia., historias de almas en soledad que se encuentran de vez en cuando por el teatro Colón embobados por los edificios mitad modernos, mitad coloniales, bajo faroles o en las umbrías de las columnas de tribunales, que se quedan sin aliento al mirar esas fachadas pintadas con ventanas, puertas y tejas en una pared donde realmente no existe ningún abertura, no existe nada… sólo ilusiones perceptuales.
Tenemos también al loco Carlos Regazzonni que vive al lado del museo del ferrocarril, cerca de un dibujo iridiscente a favor del transporte antiguo, Caminas y te dan la bienvenida estatuas construidas con material de hojalata, desechos olvidados en las calles, acumulación de objetos grandes que no usa nadie, solamente Carlos los regresa a la vida, ahí en el gato viejo, donde resurgió lo que no había sentido por un año en mí. De las cenizas de las estrellas se puede generar planetas… hierro, helio, hidrogeno y vuelvo a la vida. Porque la belleza es simple y en la locura pululan las esperanzas nuevas, dejar de ser como todas esas personas que se olviden de desvanecerse en un beso sincero, sin el hedonismo de cada noche, sin el chamullo como única estrategia de interacción entre un hombre y una mujer. El día que te conocí estabas atiborrado de delirios, de palabras… que volvamos al bodegón decías, ese viaje lo guardo para compartirlo con mis grandes amigas que algún día vendrán a mi apartado ahora.
Nos olvidamos de conocer lugares que recorremos cada día, caminar y conocer no es lo mismo, se puede caminar en automático o activando el efecto de ceguera… Claro ceguera al instante. Nos olvidamos de preguntar ¿qué son?, ¿porque están ahí esas calles, ese farol, ese grafiti en la pared?, porque las preguntas se callan por miedo, por obviedad, ¡¡dosis de absurdo!!. Nada es obvio, nada está sobre entendido, la pregunta más simple puede ser la clave para entender un poco más el universo y lo demás son explosiones de infinito...
Y durante la noche, mientras estoy meditando, cierro mis ojos despacio, percibo los colores que surgen dentro de los parpados, los conecto con la musicalidad de mi respiración y apareces, tal cual eres ahora, no estoy arraigada más a los amores del pasado. Enmudecieron esas promesas mancilladas por el ayer, disiparon las dudas, los vaivenes de los recuerdos y anhelos de lo que no pudo ser. Y a veces no te das cuenta que mi esencia se está yendo contigo en este momento, segundo… preciso instante. Somos sueños que se hicieron carne… Esos sueños que tomaron las calles, los tejados, varias casas desoladas que vociferan e imploran a la luna que les otorgue el poder de transformar todo lo que tocan en onirismo.
Sombras reaparecen
Me han dicho que mi imagen sigue reflejándose en las calles disueltas del barrio lejano donde solía vivir. Que a veces pueden mirar cómo me desplazo de un lugar a otro en un estado de somnolencia perpetua, como si observaran la oquedad de mi cuerpo medida por la ligereza de los pasos que doy. No me inmuto por los saludos de nadie, definitivamente ni si quiera puedo entender como la gente puede seguir viendo una ausencia. ¿Cómo es posible? si estar atosigada por el trabajo y el trajinar de cada día se ha extinto por completo de ese territorio ajeno a donde me encuentro.
El abigarrado rayo de luz no atraviesa si quiera mi cuerpo, no estoy más, solo soy una alucinación grupal que ronda por los alrededores. Me fatiga tanto azul en mi cabeza ahora existo en esferas recónditas a veces ni si quiera tengo ganas de sentir bajo mis pies.
¿Será que mi alma o mi sombra decidieron vagar por otros rumbos ajenos a los míos? Que algo de mí se ha quedado inconscientemente por allá, sin mi consentimiento, como si tuviera decisiones ajenas? Se desvanece el sentimiento de apropiación de mí mismo, no entiendo cómo puedo estar presente en tantas transversales invisibles, como la acuidad de mis sensaciones se encuentra ávida de existencia, esperanza e infinito.
Si me es tan difícil controlar el yo que se prolifera como estela embalsamada por pasados ¿Cómo puedo extinguirme de esas calles cansadas de tanto delirio? Me dirijo al abismo, esos miradores derribados por el olvido, a intentar de nuevo que los suspiros se agoten con tanto cielo y que mi sombra se desintegre y explote incandescente junto al universo.
Cauces sin sentido resbalan cerca de esta añoranza ingente que reclama desaparecer por fin .Creo que muy dentro de mí, esta alma lacerada sigue enamorada, enamorada de la inocuidad proyectada en cada día en ciertas miradas perdidas en estos infiernos mundanos. Siempre la misma historia vivir ilusionada por todas las construcciones ideales resurgidas de las distancias. Esta habilidad para ver en pocos ese relámpago de aura tenue que reconforta mis sentidos, probablemente sea uno de los motivos para continuar errante entre cordajes insomnes.
Me llaman calle:
Es increíble tomar un camino distinto por las noches, para conocer ese otro mundo de las personas que viven directamente bajo el cielo, en la calle. Esas personas que duermen esperando la lluvia bajo sus cabellos, que se encuentran con lo invisible de la ciudad, con los miedos de la gente, que han guardado historias extrañas de almas que viven en mundos paralelos abocetados en la penumbra, que duermen plácidamente en camas sin límites con andamios fuertes y techos de nebulosa. Estuvimos hablando con los espectros de la ciudad si hoy y otros días a la misma hora de siempre de 8 pm a 12, es increíble como la ciudad late hasta en las horas de descanso.
Nos encontramos en este hogar distinto al nuestro a una señora que trataba de darle un origen en algún lugar recóndito a mi nombre Rosa, porque según ella esos nombres no son comunes. Este personaje tiene varios nombres, luna, rocío, siempre te recuerda uno de sus 1000 nombres otorgados por el reino de la oscuridad. Hoy se llama Cielo, “Estamos olvidados espeta y para variar nada se ha vendido hoy, bueno, todo igual siempre vendrán días mejores “. Ella se va y pienso que yo a veces anego en un vaso de agua, me quejo del frío y del calor, mientras esas personas viven el peligro y el frío directamente, se han adaptado a mirar situaciones que nosotros las conceptualizamos como abyectas. ¿Cuál es la Explicación a esta escapatoria hacia otro mundo, el de la calle?, es bastante complejo, muchos de ellos dicen que la sociedad los excluye y otros dicen que no podrían concebirse viviendo en la cárcel social, con límites y orden para cada detalle del día. Todavía es difícil entender esta problemática, el conocer que es un hogar para ellos, que es estar en un solo lugar, lo interesante es siempre caminar tantas cuadras laburando con la fundación para encontrarnos con nuevas historias, escuchar nuevos universos.
Miro muchos ojos luminosos por los recodos por ahí en las esquinas, algunos se encuentran desorbitados, otros viven entre la vida y la muerte, como espectros sepultados por la sociedad, unos tienen trastornos psicológicos , están más allá de la locura, otros problemas de adicciones y de salud, no siempre quieren ayuda, y esos que cantan en la villa cerca de Retiro dicen: “prefiero ser libre, cantar cuando quiero, morir cuando lo decido así y dejar que esas personas automáticas se compadezcan de mí, yo tengo más vida que ellos, tengo más vínculos que ellos, viajo cuando me place, no tengo tiempo, solo vivo” . No sé qué pensar escuchando todo eso, solo miro esos colchones desperdigados por doquier, unos quieren hablar, otros lo hacen y la mayoría vive silente. ¿Quién los escucha?. La vagancia hacia un sistema fragmentario o excluyente no es suficiente para explicar toda esta fuerza extraña que mueve a la gente a la calle, ¿qué sucede? Tiene que ver aquí la exclusión social producto de un estigma o de esas connotaciones negativas que la sociedad construye para explicar el desfasaje de los estilos de vida de la gente? sigo sin entender.
Trato de definir cuadros explicativos hacia la nada, las historias son más complejas y se necesita más horas para por lo menos conocer más de sus vidas. Nos acercamos entonces hacia el loco, una persona que tiene 78 años, que hace y deshace el mismo camino todas las noches, ayuda a los gatos hambrientos, a los niños perdidos, a los adolescentes absorbidos por la droga y el alcohol. Así logra inmortalizarse. Habla de sus desvaríos, de las mujeres como representantes del infierno, que le han robado todo, lo han desbancado por completo. Luego desaparece entre sueños, conversando de su vida así mismo, sus anécdotas imbricadas, donde el pasado, el presente y el futuro convergen, se guarda el hígado que trae a los gatos en el bolsillo, piensa que cuando se alimenta a uno de estos seres el mundo le otorga a cambio el elixir de la vida, sigue divagando, lleva su bagaje a cuestas, un bolso lleno de cartas y comida, y gatos por detrás, se va a paso lento hacia un hogar invisible a nuestros ojos.
Murmullo
Ando aceptando a mis demonios, los escuché un poco más en la noche de ayer, cuando estaba observando en una butaca cómo un hombre hacia magia en el Mandril en una hora imprecisa. Veía las pelotitas de luz aparecer y reaparecer en sus manos, la gente entusiasmada regresando a la infancia y los niños pensando en ser niños otra vez, me di cuenta que podía estar tranquila y feliz las veces que quisiera. La atmósfera con música de circo como en las películas de Jean Jeaunet, me enviaron mensajes renovados, para qué complicarse tanto por situaciones tan someras, nos ahogamos en vasos de agua tan diminutos, encima más nos dejamos llevar por la masa por miedo a no ser aceptados, miedo de amar, miedo de aceptarnos, miedo de actuar con libertad. Es suficiente!!! hoy ingreso al proceso de unificación de mi cuerpo, mente y espíritu, a aceptarme primeramente antes que estar criticando a los demás por lo que nos falta controlar en nosotros mismos, a escrutar mis cambios, mis estados y lo que sigue inamovible. Me cansé del pensamiento de cómo debería ser el mundo, mi familia, mi pareja y mis amigos, a ingresar en conflictos eternos por no llegar a un acuerdo entre lo que yo deseo y lo que desea el otro. Antes que nada observémonos a nosotros mismos en “nuestra más profunda piel” y luego pensemos en escupir palabras o cantar nuevas melodías. Escuchemos palabras enérgicas que rebosen de creatividad y acallemos los murmullos de las calumnias o cualquier material pesado que pueda hundirnos.
Sueños
“¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son”
Pedro Calderón de la Barca
¿Te acuerdas cuando observamos esa deslumbrante luna en el techo de tu casa? Tenías ese telescopio que nos llevó a conocer los secretos de la noche, los satélites naturales y la legión de estrellas. Entonces, nos sentábamos ahí en el suelo a conversar de libros, series y películas, tú siempre motivado por escribir, por narrar prolijamente los detalles de cada historia conocida o desconocida. A veces sólo conversábamos horas de horas que parecían segundos acerca de nuestros próximos relatos a publicar con caballeros andantes, criaturas de Lovecraft, de Edgar Allan Poe, Charles Baudelaire, Antonio Machado entre otros autores. Convocábamos a Don Quijote de la Mancha para continuar atestando de palabras esa biblioteca de Babel. ¿Recuerdas cuando nos cansábamos de practicar el arte de escribir y debatir? nos poníamos a cocinar algún plato rápido de preparar, posteriormente el mundo se despertaba por nuestra algarabía. Así el tiempo transcurría veloz cabalgando su corcel translucido e infinito, una semana era un día, el día era un minuto, las horas eran segundos. Mientras tanto nosotros seguíamos luchando por cristalizar el momento en nuestras mentes para volverlo inolvidable.
Paulatinamente, transcurrieron los años y por alguna razón nuestros caminos se distanciaron. Por mi lado, viajé tan lejos y me tardé en regresar. Por tu lado, te habías unificado con la luna y habías viajado a Celephais, ese universo fuera de lo terrenal. Amigo mío, hubiese querido por lo menos despedirme antes de que te fueras tan lejos. Ahora nos separa un abismo infranqueable. Tan solo acuérdate que yo escuchaba tu nombre entre sueños y a veces el viento me hablaba de ti. Acuérdate que me llevé lo mejor de ti en mi bagaje de viaje, que nunca se marchitaron tus creaciones literarias. Me llevé la luna, las esferas del universo que poseían luz propia y otras reflectaría, el tropel de caballeros andantes, las aventuras de la guerra de las galaxias y las luciérnagas que se confundían con las estrellas. ¡¡Pálida estrella que cruzas el laberinto de la noche hacia la tierra, nos encontraremos en sueños donde volverás a refulgir como cuando caminábamos juntos!!
Calle
Mientras vas caminando por las noches cerca de la umbría a veces esclarecida por los faroles, te encuentras con seres que mucha gente al pasar con rapidez no observa o a veces simplemente toma distancia por temor. Cada uno de ellos son proyecciones del gran desfasaje de la humanidad materializado en las calles, se denota ausencia de amparo, exclusión social, toda esa individualidad egoísta que nos vuelve inhumanos. Estamos viviendo a ciegas, pisando un suelo que rechazamos, una realidad que está a nuestra mira y queremos ignorar. ¿Sabían ustedes que existe gente que habita en espacios tomados al aire, que duerme en la intemperie, erigiendo techos de nebulosa? Lo peor de la situación es que ciertas personas quisieran explicar las problemáticas sociales con respuestas simples aplicando la respuesta unívoca de culpabilidad a cada efigie que ven en ese espacio sin paredes. Qué triste realmente, vislumbrar cómo nos comportamos como maquinitas que caminan a la par del sistema, desamparando a los que nos necesitan y comiéndonos vivos entre nosotros mismos.
Y tú ahí en casa, te quejas de tanta aspecto vano, hasta de que la comida no está servida a tiempo, pues aquí tenemos una realidad distinta, personas sin horarios, que descansan cuando sus ojos y su cuerpo lo requieren, que van desconectándose de lo social cuando más pierden hábitos que nosotros realizamos a diario, tenemos intervalos para dormir, para comer, para estudiar, cronología para todo. Asimismo tenemos predeterminado qué ropa usar para distintas ocasiones, tenemos hasta automatizados los gestos que nos facilitan la aceptación social. Qué triste humanidad realmente, comportarnos como maquinitas que caminan a la par del sistema, desamparando a los que nos necesitan y comiéndonos vivos entre nosotros mismos.
Noche
Buscando una notita con bocetos enclenques, trazos poco firmes al borde de los márgenes de mis papeles apilados, unos en blanco, otros con letras negras impregnadas. Pasando unos minutos me canso de buscar entre ese desorden y salgo a respirar esta noche gélida en invierno, absorbo la luna llena en cada bocanada para desvanecerme un poco fusionándome con el aire, con el crepitar del universo. Intento apartarme de ti, de las casas azules empapeladas en tapices antiguos con mosaicos perfectos, ordenados a la par, me fumo un cigarrillo de esos que por lo general no suelo comprar, intento prenderlo con el fuego que quedó entre los dedos de mis manos… miro el cielo otra vez, está oscuro y desde un extremo empiezan a reaparecer trazos fluorescentes que conectan la luz celestial de las estrellas con las luces terrenales, otra vez tú. Siento la esencia dulce y pura de la atmosfera que habita cada poro de mi piel, te siento cerca aún ausente, a muchos cielos, amaneceres y miles de anocheceres de mí… Lejos. Intento de nuevo desvanecerte mirando por las ventanas pintadas en las paredes blancas cerradas herméticamente, donde no entra luz y el aire se filtra con recelo; sonrió a las estaciones pasar, miro cómo renacen las flores dormidas, cómo caen las hojas cafés, bermellones, amarillas. Me acostumbro a estar acompañada conmigo misma, me detengo y repito: “algún día será más fácil recibir esa alma siempre que regresa, algún día las montañas gélidas ignotas van a dejar de nombrarte, algún día las luciérnagas que brotaban de tus cabellos tendrán otro rumbo, me encontraré por estos escalones infinitos y ese día en lo alto escuchare una voz distinta a tus cantos desafinados, graciosos, otra luz me hará estremecer”. No compartimos más las mismas calles, las mismas historias de viaje, atravesamos nuevos horizontes, algún día dejaremos de compartir hasta la misma luna… Ese día se acallarán los cráteres; las cascadas; las campanas de las capillas coloniales y podré quizá encontrarme un poco más.
Se detuvo
Y se detuvo el tiempo, no quise escuchar ni una sola voz ajena a la tuya, ni un solo respirar distinto cerca de mí. Me interesa sólo la vida, pasear por el mundo mirando al cielo, loca de luna, loca de sueños. Me he acostumbrado a caminar por las nubes, construyendo mi propio rumbo, sin límites, sin imposibles y sin más tiempo.
Simplemente son fases de la vida, distintas siempre. Por el momento sólo prefiero utilizar mis manos para crear peces mosaicos, pavos reales, lunas y bailarinas dentro de cajas musicales atiborrando estas páginas vacías. Escuchar el sonido onírico de cada cuadra que cruzo, vivir entre transparencias, atravesar los muros temporo-espaciales, porque en este intervalo de vida, a pesar de seguirte pensando, estoy consciente de que no estás más.
A veces encadeno mis dedos para así no escribirte, me desoriento para jamás encontrarte, eso es lo que hago, aunque no me acostumbro del todo. Luego por suerte, me extravío entre los colores variados, vividos de Caminito; subiendo bajando escaleras en dimensiones distintas; jugando entre barras a erigir bicicletas junto a diez mil fotos casuales guardadas siempre en la retina.
Saludo al día, a la noche las veces que quiero y paulatinamente me despido de ti. Y Se detuvo el tiempo.
Somnolencia
Y miro al cielo porque a veces mis pasos pierden el sentido, camino a cuestas errante esperando un cambio que todavía no percibo. Por lo menos me complace saber que las alturas siguen existiendo, las nubes se devoran entre sí esperando volver a renacer en distintas formas, mientras la luz de mi mirada altiva sigue jugando a dejar de lado este suelo pesado que no encaja más con mi mente. Mi cuerpo se eleva hacia ese mundo caótico con un orden distinto al terrenal.
Y continúo mi camino hacia cualquier lugar del universo, con acuidad en los sentidos para no dejar de percibir cuando las estrellas se ven en distintos planos, mientras la luna empieza a abrir los ojos atisbándose en su totalidad. Prefiero a veces desdoblarme de aquí, tomar un pábulo alimento y atestarme asiduamente de sueños, ilusiones e imposibles. Por consiguiente, me desconecto un rato oteando por ese opalino espacio del transporte público la altura del universo y sus fuerzas que se transforman sin desvanecer, pensando en que algún día todo será como lo he soñado, suntuoso, irisado, que tu volverás a cantarme canciones azules al oído mientras jugamos con nuestro cabellos a ser inmortales. Nuestras miradas se alcanzan fundiéndose con el color del cielo entre carmín y naranja, esperando de nuevo reencontrarte en algún callejón de estos sueños de los que no puedo despertar.
Me sigue atrayendo con tretas esta añoranza de irrealidades, esperando que por lo menos algún día vos aterrices en esta imagen ajena para volverme a acompañar de vez en cuando en mis largos y variados viajes, que ya están hartos de narrar tantas historias fantásticas si no estás tú presente.
Quisiera que algún día me mires a los ojos de nuevo, mirar el color azur reflejado en ellos y me regresen otra vez la ilusión y todo lo que ya no he podido dar a nadie porque te lo llevaste tú; que me miraras con toda sinceridad y me entendieras en este eterno mutismo de gritos desolados queriendo salir de garganta atorada de tantas palabras que no se me ha dado la gana de decirte. Solo quisiera a veces que pudieras comprenderme telepáticamente o que simplemente con un parpadeo pudieras tele transportarte a este rinconcito tan puro en donde siempre hay espacio para ti, aunque te alejas, desaparezcas en ese aislamiento que sólo tú lo has endilgado y lo entiendes.
Y pensaba que esperar es completamente imposible para cuando nos desesperamos en tan corto tiempo con el sonido de cada manecilla, al parecer he adquirido nuevas habilidades para crear paciencia para ciertas situaciones que van más allá de lo demasiado humano. He empezado a jugar con cada segundo para acortarlo o empezarlo a disfrutar aceptando lo que fluya en cada lugar al que voy. Se de alguna manera que algún rato vamos a converger en estos planos distintos que hemos elegido. Sólo con compartir un instante infinito contigo perdería todo los minutos de mi vida por ver ese paso lento e infantil en la lejanía, mientras te muerdes el labio sabor a fuego y vuelves a alejarte.
Me despierto a veces a las cuatro a ver entre la penumbra si puedo retroceder al instante en que sentía tu silueta tan cerca entrecortada por las sombras de las persianas. Y ahí me doy cuenta que empiezo a crear en el vacío todo lo que desearía tener un poco más de tiempo conmigo. Camino en este vaivén entre el ahora y las imágenes pasadas que hasta ahora no logran borrarse. Escucho todavía el parpadeo de tus pestañas largas, mientras sincronizabas los sonidos y silencios de mi respiración, compartiendo el mismo aire por tanto tiempo. Te miro cuando despierto también, con una chocolatina entre las manos, con ese brillo lunar en la mirada fija en saber si todavía sigo soñando o simplemente tengo ganas de compartir amaneceres contigo.
Parangonamos nuestro escondites para tocarnos las espaldas por detrás y saber quién encontró al otro primero, está vez no volveré a desaparecer sin decirte por lo menos que te tengo grabado en los suspiros espontáneos cuando miro la libertad del cielo y que cada vez que camino entre los maizales cerca del pasaje de los ensueños vuelves a aparecer enredado en mi cabello largo con tus ideas, tus besos y todo lo que pudiste darme cuando jugábamos alejarnos. Estoy consciente que he rezagado este encuentro, porque me estremece saber que puede ser imperceptible.
El ser humano
Somos completamente impredecibles, podemos querer hablar todo el día con la gente que pasa y otras veces no soportamos a nadie o estamos en una tranquilidad absoluta que nadie entiende. Podemos enamorarnos en un instante de solaz y desenamorarnos sólo parpadeando, crear ilusiones, escribir grandes historias futuras y quemarlo todo al amanecer. Podemos generar una apariencia de confianza ante los demás y tomarlos como objetos que son fáciles de manipular, tenemos la capacidad de inferir tantas cosas y usamos muchas veces nuestra capacidad para hundir a los demás hasta a los que no se lo merecen.
A veces simplemente creamos en el vacío, donde nada existe, sentimientos, futuro, eternidad por unos minutos de felicidad. Y eso es el hombre impredecible, cambiante. Unos tratan de encontrarse, otros de crear vínculos de dependencia, unos quieren libertad, otros cadenas, otros solo quieren ser sin pensarlo tanto.
Y yo a veces no sé qué quiero, no sé para qué necesitamos gestos de aprobación y de afecto de los demás. Tenemos un concepto absurdo del otro cuando en realidad todo está en nosotros. Queremos querer un día, al otro, no queremos nada, idolatramos a alguien que no existe, generamos expectativas falsas porque nos han metido en la cabeza que con otro encuentras la calma.
No existe nada, no se define nada, una noche puedo amarte con todo mi cuerpo, puedo querer amanecer tantas veces contigo y otras sólo olvidarte para siempre, olvidar tu olor, olvidarte completamente, olvidar que me besaste, que nos fundimos en el vacío al lanzarnos al abismo, porque eso es el otro, un abismo que no se puede descifrar, respuestas que no se entienden, mensajes de humo deformes que sólo son codificados por esa mente ajena.
Engañamos, abrazamos, besamos, lloramos, desaparecemos, nos volvemos invisibles, odiamos. Finalmente, no nos importa nada.
Qué lucha
Qué lucha tan constante conmigo, escaramuza tras escaramuza, si me rindo estaré perdida. La vida es así, podemos ser amigos o enemigos de nosotros mismos, nos caeremos tantas veces, adoraremos y execraremos los obstáculos. Pero el día que estemos vencidos, no habrá más sentido, no habrá más significado en los colores. Ese día no lo observaré jamás, a mí me creó la luz y la fuerza al juntarse. Aceptemos que desde que ingresamos a este mundo tan extraño y variado nos sometemos a procesos de búsqueda de nosotros mismo, proceso que se acelera o se enlentece, que recorre vaivenes, subidas, intermedios, bajadas, cambios, desfasajes con los pensamientos lineales causa-efecto, tantas probabilidades, ráfagas de fuego, vorágines, caos y calma, que llega cuando menos lo esperamos.
Tengo que verme conmigo misma ahora más que nunca, me sorprende tantas realidades allá afuera, me sensibilizan las problemáticas de los demás, a pesar de todo mi fuerza es infinita , nunca me ha abandonado. Ciertos momentos se reduce su intensidad, se coloca en modo descanso y luego despega hacia la creación.
Hay otras personas que no pueden levantarse y eso miré ayer mientras estaba caminando por las Heras y Azcuenaga. Había un señor en la calle, devastado por sí mismo, parecía haber elegido un camino tortuoso, su rostro tenía un color entre rosado y amarillento, devastado por la mala vida, las drogas y emitía un efluvio a orín. Se quedaba parado cerca de la pared luego se encorvaba, mirabas cada una de sus vertebras inclinarse hasta llegar a una posición de contorsionista y se quedaba así horas de horas.
¿Cómo podemos llegar a hundirnos? ¿Qué factores entra en juego a perdernos completamente de nosotros mismos? Perderse es un fenómeno común entre la gente, lo importante es encontrarnos esporádicamente, no perder las esperanzas de tiempos mejores, de trabajar con nosotros mismos, de transpirar por tanto arduo trabajo, de encarar nuestros fantasmas. Todavía sigo sin entender cómo se puede caer de los más alto, cómo se puede vivir anquilosado en el tiempo, saboreando lo salado del suelo, olvidándonos de nuestro cuerpo, de nuestra mente, desvinculándonos por completo. Digo ¿cómo?, no lo entiendo ahora.
Serpientes
Estaba durmiendo en la estera, tratando por un momento de dejar de pensar. Lo logré por un momento, hasta que de mi cabeza empezaron a salir serpientes, regadas por doquier en el suelo. Serpiente, mentiras y melancolías. Y ni cómo moverse, esperé a que mi cabeza las desvaneciera.
Pasaron unos minutos y me di cuenta que todo había sido un sueño, un sueño real para Jung. ¿Qué simbolizaba? ¿Qué será? Quizá estar rodeada de preocupaciones, ciertas personas venenosas, aún no lo sé. Sólo siento que mi corazón se estremece, que mi alma últimamente se siente enjaulada entre rejas, rejas oxidadas, rejas invisibles que privan la libertad. El pensamiento a veces me mata, siento que esta lucha conmigo misma es fuerte. Al inicio, pensaba que iba a reencontrarme volviendo a mi origen, a mí país, pero no, ese no es mi origen. Mi origen es etéreo, no se encuentra en un país, sino en un planeta interno, en un universo sin un camino terrenal.
Debo continuar, buscando en este ahora, antes de que el pasado y el futuro me absorban el aire. Lucho por no pensar en nadie, en concentrarme en la respiración, en mi temperatura corporal, en estar escuchando atenta. Lucho por dejar de entender al viento, al cielo, al ruido, al silencio, necesito por un momento estar aquí, sin juicios de valor, sin explicaciones. No obstante, en ciertos minutos encuentro intencionalidad en las imágenes que veo, fotografías de las redes sociales que me hacen pensar, extrañar, querer volver. Volver a la calle Lanín, la plaza de Mayo, el museo Evita, a caminar en el fango, rodar, saltar junto a la locura y la historia de cada rincón. Luego regreso en mí, respiro y trato de obligarme a olvidar un momento, a desligarme de las voces distantes y la tensión, esa que posee mi cuerpo, esa que encierra mi alma.