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Donovan Rocester

Precocidad criminal


 

DONOVAN ROCESTER nació en Guayaquil (Ecuador), en 1989. Es Ingeniero Comercial, cuentista y poeta. Miembro del club Azahar literario y coeditor en Salto al reverso (blog y revista de literatura y artes plásticas). Actualmente escribe un libro de cuentos y una novela, además de guiones para comic para ser publicados en la revista Samsara (en edición). Publica en Una dimensión de relatos, pensamientos y poesía.

 

Precocidad criminal

(Ilustración realizada por Blacksmith Dragonheart)

REPORTE DE CRIMEN PARANORMAL


NÚMERO DE REPORTE: 001-001-0000032768


EDAD DEL CRIMINAL: (-3) meses


ESPECIFICACIONES SOBRE EL OBSERVADOR: El ser interdimensional #21, usando la forma de un pato con un collar con una cámara de éter incorporada, vigiló a los implicados durante un período de 12 meses terrestres.


DETALLE DE LOS SUCESOS: El observador, el #21, declara que los eventos ocurrieron de la siguiente manera:


Cuando Susana dio positivo en su prueba de embarazo sintió una alegría gigante, seguida de una incertidumbre de igual tamaño.


<< ¿Qué me dirá Gustavo...? ¿Y si no se toma bien la noticia...? ¿Y si me abandona?...>>. Pensamientos como esos rondaban minuto a minuto en la mente de Susana, la torturaban, no la dejaban dormir. Y así pasó una semana. Hasta que tomó valor y decidió decírselo a su novio.


Gustavo era un universitario juerguista e irresponsable, pero de buen corazón. Conoció a Susana mientras ambos trabajaban como voluntarios en un refugio de animales. La química fue instantánea. En unas pocas semanas llegaron a ser inseparables y, luego de un par de meses, se volvieron una pareja estable y radiante. No se podía sentir a dos personas más enamoradas en este mundo; lo digo literalmente, hice mediciones. Pasado un tiempo, decidieron vivir juntos en la casa que alquilaba Susana. La convivencia, contrario a lo que esperaba la mayoría de los conocidos de la pareja, no fue tormentosa; al contrario, estuvo más llena de altas que de bajas. Susana y Gustavo estudiaban aún en la universidad, por lo que solo se veían en la noche, tiempo que reservaban para su intimidad.


La joven pareja, lejos de ser irresponsable en sus asuntos sexuales, llevaba cuidados ejemplares, dignos de aquellos estudiantes que prestaron atención a las clases de planificación familiar en la secundaria. La pareja había pedido asesoría médica para llevar un método anticonceptivo muy seguro. Susana se sabía de memoria el manual de sus píldoras anticonceptivas, cuidaba las interacciones medicamentosas de la forma más prolija posible. Todos los cuidados que llevaba volvían insólito el hecho de que hubiera dado positivo en la prueba de embarazo.

Luego de pasar toda la mañana repasando en su cabeza en qué se equivocó como para salir embarazada, Susana se resignó. Faltó a la universidad y al trabajo, y dedicó ese tiempo a calmarse y a pensar en la forma de darle la noticia a su pareja. Gustavo, desde que inició la relación con Susana, había sido muy claro con ella con respecto al asunto de los hijos. No deseaba siquiera pensar en tener hijos hasta después de sus treinta años. Ese hecho era el que ponía más nerviosa a Susana en cuanto a la reacción de su novio.


En la noche, Gustavo volvió a casa y encontró sentada a Susana, triste y pálida, cerca de la mesa de la sala.


—Amor, llegaste temprano —dijo Gustavo, que estaba acostumbrado a llegar antes que ella y a recibirla con algo de jugo de naranja recién exprimido.


—No me sentía bien y falté al trabajo —respondió la apesadumbrada muchacha. — ¿Y por qué no me llamaste para decirme eso? ¿Cómo estás? ¿Qué sucede? —preguntó Gustavo, evidentemente preocupado. Después de todo, la pareja estaba acostumbrada a la buena comunicación.


—Tenemos que hablar, amor —Susana soltó esas palabras de manera tal que parecía que en la lengua le pesara la preocupación.


Gustavo escuchó todo lo que Susana le dijo. Y, luego de un largo momento de silencio incómodo, se animó a decir algo:


—Es nuestro hijo. Son cosas que pasan.


Susana rompió en llanto y saltó a abrazar a Gustavo. Entre gimoteos, le dijo:


—Pensé que ibas a reaccionar mal, que sentirías que te arruiné la vida.


—Jamás te pensaría capaz de algo así —respondió Gustavo mientras le acariciaba el cabello a Susana.



***

El embarazo de Susana llevaba tres meses sin novedades. Los controles médicos no mostraban nada anormal y auguraban el nacimiento de dos niños saludables. La relación entre Gustavo y Susana no podía estar mejor. Disfrutaban pensando en el futuro, en nombres, en juegos; en fin, en todo lo que las parejas felices piensan durante la espera del nacimiento de su bebé.


Sin embargo, al cuarto mes del embarazo de Susana, comenzaron a pasar cosas extrañas tanto en ella como en la casa. Susana empezó a notar, ocasionalmente, espasmos extraños en sus manos. Además, siempre le decía a Gustavo, asustada, que las cosas que ella dejaba en un sitio aparecían en otro. Gustavo, preocupado por el estado mental de su novia, la llevó al doctor. El doctor no notó nada raro en ella, salvo el nerviosismo. Insistió en que no debería tomar medicamentos, por su estado. Pero que si el nerviosismo persistía o aumentaba su intensidad, deberían evaluar los pros y contras del uso de algún medicamento contra la ansiedad, que podría afectar a los fetos en formación.


Con el pasar de los días, Susana se calmó un poco. Dejó de sentir que las cosas cambiaban de sitio y no hubo necesidad de usar medicamentos; eso alegró mucho a Gustavo. Las cosas con Susana fueron marchando cada vez mejor, salvo algunos espasmos ocasionales en los brazos y las piernas, que ella adjudicó al aumento del peso y a los cambios hormonales.



***



Cuando Susana llegó a los seis meses de gestación estaba radiante. Gustavo se estaba haciendo muchas ilusiones con sus gemelos, y se puso más cariñoso con Susana. Su vida sexual había estado paralizada durante algunos meses, Gustavo no deseaba afectar en nada a sus hijos. Sin embargo, al cumplir su segundo trimestre, Susana consideró que era tiempo de retomar la intimidad con su ahora esposo.


Una noche, antes de que Gustavo llegara del trabajo, Susana intentó preparar una velada íntima. Sin embargo, no pudo terminar de hacer nada. Cada vez que ella tocaba algo relacionado con la velada, una voz siniestra le decía dentro de su cabeza:


—Ni se te ocurra.


Eso trastornó mucho la mente de Susana. Jamás había escuchado una voz en su cabeza, y la que sonaba no era para nada amigable. Luego de un rato, intentó volver a prepararlo todo, pero la voz volvió a sonar. Susana siguió intentándolo, trató de ignorar la voz, pero algo peor empezó a suceder. La voz en su cabeza comenzó a gritar repetidamente y con mucha rabia:


— ¡Te dije que no!


Susana estaba muy asustada, pero siguió ignorando a la voz, como imponiéndose la cordura. Fue entonces cuando los espasmos volvieron, pero esta vez eran incontrolables. Susana ya no pudo sobreponerse. Empezó a llorar desconsoladamente en la cocina, recostada en un rincón, en posición fetal. Cuando Gustavo llegó a casa y la halló en ese estado, se preocupó mucho. Se le acercó, pero Susana parecía estar bajo un terrible episodio de paranoia y lo alejaba con las manos. Gustavo no sabía qué hacer. Esperó un rato al lado de ella e intentó establecer, de a poco, contacto físico y verbal. Cuando Susana se calmó, Gustavo la abrazó y la ayudó a levantarse. Luego la cargó y empezó a subir las escaleras para que ella pudiera descansar en su habitación. Unos escalones antes de llegar al piso de arriba, Susana se incorporó violentamente y gritó, casi fuera de sí:


— ¡Tú no me vas a quitar el amor de ella!


Acto seguido, Susana empujó a Gustavo por las escaleras. Él rodó frenéticamente y quedó inconsciente en el suelo. Susana empezó a bajar las escaleras de una forma muy torpe y empezó a balbucear, hablando y respondiéndose ella misma con voces diferentes:


—No permitiré que sigas haciendo esto.


— ¿Y cómo piensas hacerlo? Cuando estemos fuera no podrás impedirme nada.


—Entonces no llegaremos a ver la luz.


— ¡No tienes las agallas!


Luego de aquel diálogo, Susana saltó de las escaleras, causándose graves heridas.

Ninguno de los cuatro sobrevivió.



CONCLUSIÓN DEL FORENSE INTERDIMENSIONAL: El forense interdimensional, en conjunto con el testimonio y reporte del observador, concluyó que los eventos ocurrieron de aquella manera, por estas razones:


La muerte de Gustavo y Susana tuvo su origen en los fetos que ella albergaba en su útero. Sucede que ambos bebés desarrollaron precozmente el poder de la telepatía, además de contar con una genialidad innata, que les permitía aprender a velocidades sobrehumanas.


Desde el momento en que fueron engendrados, sus cerebros tuvieron la capacidad de leer los pensamientos de las personas a su alrededor. Eso les ayudó a comprender la lengua española a muy temprana edad. Una vez que ambos aprendieron la lengua, empezaron a ahondar en la mente de su madre, que era la única que podían explorar debido al vínculo placentario. Luego de absorber todos los conocimientos de su madre, los fetos comenzaron a diferenciar sus personalidades. El feto A era de personalidad tranquila y apacible, solo aspiraba nacer para obtener control completo de su cuerpo y llevar una vida pacífica, disfrutando de la naturaleza y del arte. El feto B, en cambio, desarrolló una arrogancia muy grande; esperaba nacer para poder manipular a todos a su alrededor, para obtener poder poco a poco.


Durante el cuarto mes de embarazo, el feto B empezó a probar sus habilidades de telequinesis, cambiando de sitio las cosas en la habitación de su madre. El feto A, al ver la crisis nerviosa que el cambio de lugar de los objetos producía en su madre, trató de convencer al feto B para que dejara de realizar sus experimentos. El feto B no hizo caso. Luego de oír que el doctor aconsejó medicamentos para la ansiedad si el nerviosismo de su madre persistía, el feto A decidió interferir y anular las habilidades telequinéticas de su hermano. El feto B no se resignó a no usar sus poderes y, cada vez que podía, intentaba tomar el control del cuerpo de su madre. El feto A sabía de aquellas intenciones, por lo que usaba sus poderes para sabotear los intentos de su hermano. Los frustrados afanes de posesión por parte del feto B se traducían en forma de espasmos en el cuerpo de su madre.


Con el tiempo, los poderes del feto A empezaron a ser insuficientes para retener a su hermano. Conforme crecían los poderes del feto B, también crecían los celos que sentía hacia su padre. Sin embargo, el feto A siempre logró entorpecer las tentativas de agresión que el feto B fraguaba contra su progenitor.


El día en que Susana intentó restablecer la vida sexual con su esposo, al sexto mes de embarazo, los celos del feto B llegaron al límite. La ira le confería una fuerza mental que superaba los esfuerzos del feto A por detenerlo. El feto B logró superar la barrera psíquica que le imponía su hermano y logró comunicarse con la mente de su madre. Eso la trastornó mucho, haciendo que se recluyera en un rincón de la cocina. Cuando Gustavo llegó e intentó abrazar a su esposa, esta deseaba con todas sus fuerzas hacerlo, pero el feto B ya tenía control total de los brazos de su madre y los utilizaba para alejarlo. Mientras el feto B se distraía con su aparente victoria, el feto A estaba concentrando energía psíquica para dar un golpe contundente a su hermano.


El feto A logró alterar las ondas cerebrales de su hermano durante unos minutos, momento que Gustavo interpretó como un momento de calma en su esposa. Intentó llevarla a su habitación. Mientras subían las escaleras, el feto B retomó el control del cuerpo de su madre y empujó a su padre, matándolo.


Viendo que la situación se le había ido de las manos, el feto A consideró una amenaza muy grande para la humanidad el que él y su hermano llegaran a ver la luz del sol. Luego de concentrarse mucho, el feto A le arrebató a su hermano el control del cuerpo de su madre.


—No permitiré que sigas haciendo esto —dijo el feto A.


— ¿Y cómo piensas hacerlo? Cuando estemos fuera no podrás impedirme nada — respondió el feto B a su hermano.


—Entonces no llegaremos a ver la luz —dijo desafiante el feto A.


— ¡No tienes las agallas! —dijo el feto B.


Ya era tarde para ellos. El feto A, usando como combustible su propio cuerpo, logró superar los grandes poderes de su hermano, anulándolos por completo. El feto A usó sus únicos segundos de superioridad para lanzar un ataque kamikaze. Tomó el control del cuerpo de su madre y, con todo el dolor del mundo, hizo que saltara de las escaleras para acabar con la maldad de su hermano.

La madre sufrió mucho daño con la caída. El feto B, con sus poderes, intentó reparar los daños, tanto los de él como los de su madre, pero el agonizante feto A se lo impedía.

La falta de oxígeno rápidamente terminó por matar a los poderosos psíquicos nonatos. Así fue como acabó la precoz carrera criminal del feto B.


FIN DEL REPORTE





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